Estimados todas/os/es
Mientras las palabras nos permiten enervar la realidad o dulcificarla hasta un nivel de nuestro agrado, los números son sosotes y solo cuantifican los hechos. La elección de una de estas aproximaciones, a cualquier circunstancia de la vida, hace que el resultado sea muy distinto. Pero no solo el resultado, sino también el entorno que disfruta, sufre o transige con él. La realidad verbal no permite el pacto, ni la superación, ni la derrota y solo admite su verdad. Por eso es la aproximación ideal de todos los políticos y de una gran cantidad de periodistas, incluyendo a los de la sección de Fórmula Uno. La aproximación numérica es más compleja, como desgranaré a continuación, pero permite discrepar y rebatirla con otros números. E incluso, llegado el caso, aceptarla ya que es tangible, aunque no nos guste.
Como ya he dicho, en el mundo periodístico de la F1 en castellano, y por extensión en la blogosfera en la lengua de Cervantes, son raros, por no decir inexistentes, las aproximaciones que impliquen cualquier tipo de análisis numérico, no así en el
mundo anglosajón. Esto nos lleva a guerras eternas, sin posibilidad de pacto, entre unos y otros, sobre la cualidad de un piloto, ingeniero o escudería Sin aportar ningún dato medible que lo avale. Los más versados, como mucho, esgrimen alguna acumulación de resultados, pero nunca un análisis de los mismos.
La razón de esta discrepancia es en primer lugar cultural. En las enseñanzas regladas británicas hay dos asignaturas que todo estudiante tiene, desde el inicio de su escolarización hasta su entrada en la Universidad, y una de ellas son las matemáticas, lo que hace que para ellos los números siempre sean propios. Pero en mi bendito país, se puede llegar a entrar en carreras de Ciencias puras, habiéndose escaqueado de estudiar matemáticas durante muchos años en el bachiller (¡No! No se sorprendan y pregunten a su alrededor).
Luego ya tenemos una razón cultural importante, para nuestra aversión a los números. La otra es nuestra holgazanería innata. La realización de artículos con análisis numéricos implica mucho más trabajo, que el típico, florido y poético, que levanta tantas adhesiones inquebrantables. En primer lugar debes encontrar los datos a analizar. Las bases homogéneas de números no son fáciles de encontrar y en el mejor de los casos son fraccionarias, lo que hace que antes de conseguir la materia prima de los datos ya hayas gastado mucho tiempo y esfuerzo. Una vez que tienes una recopilación importante de reseñas, debes hacer el análisis numérico, y como dijimos si los de ciencias no estudian matemáticas ¿Qué va a hacer uno de letras? Poco, por no decir nada.
Y un último dato, muy importante para el homínido gregario español, es el resultado final. Los periodistas, y los bloggers por extensión, escriben siempre en la misma dirección, ya sea atacando a tal o cual piloto o defendiéndolo de las reseñas de otros. Por lo que deben saber, de antemano, que el resultado de todos estos análisis encaja dentro de su filosofía de grupo. Este apriorismo es el que hace que cualquier análisis numérico que no dé como vencedor a su ídolo sea tachado de bastardo, y descalificado por contaminación del autor. Sin darse cuenta el objetor que es él, el que ve situaciones espurias. A pesar de todo existen intentos loables en esta dirección, como los que realiza mi estimado amigo
del Valle-Iturriaga, que nos demuestra, en este caso concreto (pero hay muchos más que deberían de seguir), como buscando unos pocos (o muchos) resultados, haciendo unas pequeñas restas, y representando los cálculos, y siendo muy humilde y extraordinariamente honrado con lo obtenido, se pueden conseguir cosas correctas y dignas del mejor periodista de F1 de talla mundial. Que podrían facilitar la labor de comprensión de este evento a muchos aficionados.
Pues con esta entrada quisiera saber si Alonso es realmente tan buen piloto como
dicen sus compañeros, sin aportar ellos ningún número. Como bien sabemos, el coche, en este evento, es muchísimo más importante que el piloto. Por lo que comparar los resultados de pilotos en coches distintos e inferir de estos números cualquier posición relativa entre ambos puede ser falso. Por eso, solo compararé a Alonso con sus compañeros, que son los únicos que han tenido siempre el mismo material, aunque quizás mi estimado amigo
Fon podría matizar, llegado el caso, esta aseveración, y así el factor coche puede ser simplemente eliminado de la ecuación.
Suponiendo que ambos pilotos tienen las mismas maquinas, y que los errores mecánicos se compensan a lo largo del tiempo, podemos decir que la diferencia de posiciones en una carrera dada es solo debida a la calidad del piloto. La resta entre las posiciones de Alonso y su compañero, en cada gran premio, nos dará dos valores. Por un lado quien ha vencido al otro (valor positivo indica que Alonso es el ganador) y por otro el número de puestos entre ellos. Y con estos datos realizaremos las gráficas pertinentes. El dato de 50% de victorias indicaría que son iguales de buenos, por encima de este número indica que Alonso es algo mejor, y por debajo que es algo peor. El sumatorio de todas las diferencias nos dará la diferencia global de puestos, que se pueden prorratear fácilmente en función del número de carreras de esa temporada.
En la temporada 2001 Fernando Alonso comenzó su andadura en la F1 de la mano del equipo Minardi (ahora le llaman Toro Rosso, pero es por cuestiones de publicidad), no he de señalar que era (¿Es?) el peor equipo de la parrilla, y su compañero fue en las primeras catorce carreras el portugués Tarso Marques, y en las dos últimas el malayo Alex Yoong. El resultado es que Alonso les ganó la partida a sus compañeros más veces de las que perdió (ganó el 59 % de las carreras), pero ellos consiguieron una suma de posiciones mejor (-3) lo que indica que Alonso sufrió derrotas mucho más severas (roturas y abandonos) que sus compañeros. Al año siguiente no corrió, pero en la temporada 2003 se sentó en un flamante Renault, teniendo a Jarno Trulli como compañero. El porcentaje de victorias fue incluso peor (56%) pero mostró que era más consistente que el italiano, siendo la diferencia total de posiciones de 27, lo que da un promedio de 1.5 posiciones mejor Alonso que Trulli por cada GP.
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En la temporada 2004, el piloto asturiano tuvo de compañero a Trulli en las quince primeras carreras y a Villenueve en las dos últimas, siendo el porcentaje de victorias igual al anterior (56%) y el promedio de posiciones muy cercano a uno. Y les anticipo que este fue el año que presenta los datos más desfavorables al español. La temporada siguiente (2005) es la de su eclosión como campeón. En ella tuvo de compañero a Giancarlo Fisichella. El porcentaje de victorias frente a su compañero subió hasta el 84%, con una diferencia total de posiciones de 94, que resultan en un promedio de cinco posiciones por carrera después de la bandera de cuadros. En la temporada siguiente los dos pilotos se volvieron a enfrentar, y aunque los números no fueron tan espectaculares volvieron a dar como vencedor a Alonso (72% de victorias, 55 posiciones sobre el italiano, con un promedio de tres posiciones por carrera).
La temporada 2007 es la de infausto recuerdo. En McLaren se vio totalmente sobrepasado, el piloto español, por el entorno de la escudería. Una parte importante de la culpa hay que achacársela a él, o mejor dicho a su entorno. Cuando negoció su incorporación a McLaren, él era el único campeón del mundo disponible (Schumacher estaba bien acomodado en Ferrari y solo pensaba en retirarse) por lo que debía haber negociado más fuertemente, incluyendo la incorporación de ingenieros de su confianza. Pero no lo hizo, y se fue a un terreno hostil sin ningún tipo de ayuda. Si hubiese forzado el fichaje de ingenieros amigos de Renault o Minardi la historia hubiese sido escrita de otra manera y ahora tendría más ases en su casco. La inteligencia emocional también es muy importante a la hora de ser un gran campeón. Pero volviendo a los números, ese año se enfrentó al excesivamente criminalizado y pipiolo Hamilton. Los resultados, aunque en el número de puntos en la clasificación final fue un empate, ganando el inglés por posiciones, según este análisis fueron de un 61% de victorias de Alonso frente a Hamilton (incluso mejor que en Minardi o frente a Trulli), doce posiciones totales de diferencia, con un promedio de 0.66 posiciones por encima del inglés de promedio por carrera. Luego si no se hubiese obcecado, y los que negocian sus contratos hubiesen puesto de relieve datos de este estilo, él debería haber continuado en McLaren en calidad de primer piloto.
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Sus dos siguientes años en Renault no son nada reseñables, pero decir que tuvo a Piquet Jr en 2008, con unos resultados de 83% de victorias y un promedio de casi cinco posiciones por encima del brasileño (¡Lo sé! El resultado de Singapur penalizó mucho al brasileño). En la temporada 2009 se enfrentó otra vez al brasileño, en las diez primeras carreras, y en las últimas siete al francés Romain Grosjean. Y los resultados fueron similares (83% de victorias y un promedio de casi 6 posiciones de ventaja sobre su compañero).
En el año 2010 volvió a cometer el mismo error que en su paso a McLaren. Fichó por Ferrari sin llevarse a ningún ingeniero de confianza (¿Pueden considerarse Fry y Martin recomendados por el asturiano?), lo que podría haber desembocado en una situación similar a la del año 2007. Sin embargo, su compañero, Massa, no supo, quiso, pudo modificar en contra del español la aptitud del equipo y su adaptación fue mejor. En cuanto a los números, que son lo único cuantificable, decir que volvió a estar por encima de su compañero, ganándole en el 74% de las carreras, con una suma total de posiciones de 76, lo que hace que el promedio de puestos por encima del brasileño por carrera ascienda a cuatro.
Este año, hasta el soporífero GP de Europa, los resultados no son tan favorables al español. Pero sigue ganando en su particular duelo (62.5% de victorias, 35 posiciones por encima y con un promedio de 4 por carrera).
Creo que la respuesta al título de la entrada de hoy está solo en los números.