No es fácil elegir un pseudónimo ya que este debe de cumplir dos grandes objetivos contradictorios.
El primer objetivo es el de esconderte de toda la gente. Históricamente, las minorías oprimidas han utilizado este artificio para poder soslayar en parte la opresión que sufrían. Piénsese en George Sand, bajo este pseudónimo se escondía una mujer. Hoy día, y sobre todo en el contexto globalizado de la red, este primer objetivo ha devenido en una suerte de juego del escondite para acechar a distintas presas o no ser acosado. Entrad en cualquier foro abierto sobre algún tema candente y veréis distintos pseudónimos que dicen (escriben) lo mismo y probablemente son la misma persona. Y también, posturas contrarias que por la forma de escribir parecen salidas del mismo teclado.
El segundo objetivo es filtrar, en lo posible, ciertos aspectos o cualidades del poseedor del pseudónimo que lo hagan identificable y diferente de todos los demás.
Normalmente las personas forman sus pseudónimos a partir de dos aproximaciones. La primera es su nombre simplemente, con lo que el primer objetivo queda algo comprometido; o la abreviatura del mismo añadiéndole más o menos números. La segunda aproximación es hecha a partir de los nombres obtenidos de ciertas lecturas, siendo esta última aproximación la que creo que cumple los dos requisitos (esconderte y mostrarte).
A la hora de buscar un pseudónimo para poder entrar en ciertos blogs pensé en recurrir a esta segunda opción. Pero llegó un día a mi dirección de correo electrónico uno de estos mensajes graciosos, en el que se mostraban las contestaciones (aberrantes) de ciertos alumnos a distintas preguntas de exámenes. Me llamo la atención que ante la posible paternidad de cualquier cosa (escultura, pintura, teorema, libro) de forma muy mayoritaria se le daba a un señor llamado Anónimo. De esto deduje que este señor era el más popular e inteligente entre las nuevas generaciones (y no tan nuevas), por lo que de inmediato pensé en arrogármelo. No obstante, mi falsa modestia me hizo pensar que ese pseudónimo (y la gran inteligencia de esta “persona”) iba a estar muy por encima de mis posibilidades. Como seguía queriendo tener algún contacto con él, aunque fuese lejano, adopte este de “Primo de Anónimo”.
Antes de adoptarlo definitivamente, y como hacen ahora estas nuevas generaciones, me fui al “buzeador” y después de hacer la correspondiente búsqueda tan solo encontré un par de entradas, incluyendo una proclamando su orientación sexual. Después de esto pensé que podía ser divertido este pseudónimo, y además podría cumplir parcialmente los objetivos anteriormente enumerados.
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