Primo de Anónimo

domingo, 9 de mayo de 2010

First-Past-The-Post

Con esta entrada pretendo terminar con mi definición política. Voy a intentar mostrar en primer lugar mis preferencias por un sistema electoral y en segundo lugar como este modifica el comportamiento de nuestros políticos, así como lo que podemos esperar de ellos.

He de comenzar diciendo que la opción que hoy defiendo no es la mía originariamente y que ha sido la evolución, el sufrir uno de los sistemas y mi entorno anglófilo lo que me convencido, y decantado, hacia uno de ellos.

A grandes rasgos existen tres sistemas electorales, o formas de transformar un voto en un diputado, concejal o persona electa.

El sistema proporcional se caracteriza por que en la circunscripción (unidad de medida de votos) son elegibles varias personas y a cada una de ellas se les asigna el número de votos totales y reales que ha obtenido. El señor/a/e con más votos es el primero en ser elegido y así se van distribuyendo los distintos puestos hasta el último elegido. Los políticos de nuestro país siempre han dicho que este sistema es malo porque no favorece la formación de gobiernos; y directamente ha sido descartado.

El sistema uninominal mayoritario o sistema FPTP (del inglés “first past the post”) se caracteriza por que en la circunscripción solamente es elegible un único cargo. De esta manera el elegido lo puede ser incluso por un único voto. A este sistema se le achaca que no permite la existencia de voces minoritarias en los foros de representación (lo cual dudo).

Los políticos españoles eligieron (y protegieron introduciéndolo en la constitución) el sistema D’Hondt. En este caso los elegibles son varios en la circunscripción, pero a ellos no se les asigna un número de votos sin más. Lo que se hace es a cada lista del partido se le asigna el número de votos obtenido, el número anterior dividido por dos, el número inicial de votos dividido por tres, por 4, por 5, etc. Con cada partido se hace lo mismo, de tal manera que cada lista electoral tiene asignados una serie de números (los distintos cocientes entre votos y números naturales). Cuando se termina esta operación matemática, al partido que ha obtenido el número más grande se le asigna el primer escaño y el partido se lo da al número uno de su lista electoral. Después se busca el número segundo más grande, el tercero, etc., se les va asignando la lista electoral y el partido los asigna según puso sus candidatos en la lista. Según nuestros políticos este sistema es maravilloso, porque permite la formación de mayorías de gobierno y la presencia a su vez de minorías en los parlamentos.

Yo disiento totalmente de nuestros políticos, el sistema D’Hondt es el mejor sistema para los partidos políticos, y para los políticos mediocres o directamente malos (por favor miren el panorama actual español y sean un poquito sinceros), no para la política o para los españoles.

En este sistema, el poder reside totalmente en el partido. Es él el que designa el orden de la lista, luego ya a priori se sabe por la posición que ocupa una persona en la lista las posibilidades que tiene un candidato de salir, independientemente de sus meritos con su circunscripción. Esto tiene un efecto doblemente perverso. Por un lado, nuestros políticos nunca van a decir nada en contra de la verdad oficial del partido; si te enfrentas a quien hace las listas (presidente, secretario general, etc.) en las siguientes elecciones te ponen en los últimos puestos de las lista y de allí no se sale (la famosa frase de A. Guerra: “si te mueves no sales en la foto”). Por otro lado, cualquier queja directa de los electores a los elegidos no tiene ninguna fuerza, y se produce la desconexión actual entre elegidos y electores. El cenit es la cantidad de políticos paracaidistas que aparecen en las listas. Por ejemplo, en las provincias no capitalinas de España los primeros de las listas son personas que no tienen nada que ver con la provincia, pero que tienen mucho poder en el partido (imperialismo partidista).

Como corolario de este sistema, tenemos unos partidos (realmente, sistema burocrático al estilo del partido comunista de la antigua URSS) con un poder interno y externo inmenso que hace que nuestros políticos nunca digan, hagan, incluso piensen nada que no venga a través del conducto reglamentario desde arriba. Estos políticos no ejercen como tales y su único merito evaluable es su adscripción ciega a lo que diga “el jefe”. De esta forma se va subiendo en el escalafón político hasta llegar a lo más alto. Cuando ya no hay nadie (ni listo ni todo) por encima que le diga lo que tiene que repetir, como este político nunca ha pensado, ha razonado, ha criticado (no confundir con insultado o chillado), no es capaz de hacer nada coherente ¡Miren a los dirigentes de los partidos! ¿Alguno sabe dónde vamos? ¿Alguno está capacitado para ponerse al frente? La verdad es que no. Nuestro sistema electoral solo encumbra a los mediocres sin ideas, que no dicen o hacen nada, porque los buenos con ideas propias (no digo ni buenas ni malas, sino propias) fueron excluidos hace tiempo, por no seguir las directrices del “partido” al cien por cien y no poder sobrevivir en nuestro sistema electoral, económicamente ruinoso para alguien fuera de los partidos mayoritarios.

Además, este sistema de elección de partidos ha conseguido que los electores nos tengamos que definir de por vida de un partido o de otro. De tal manera que los votantes de derechas jamás votarán a un partido de izquierdas; y los votantes de izquierdas jamás votarán a uno de derechas. Han conseguido imponer una frontera que nadie se atreve a traspasar y esto hace que ellos mantengan intacto todo su poder, jactándose de hacer cualquier cosa sin ninguna consecuencia electoral (¿Hablamos de corrupción?).

Yo soy mayoritario. En el sistema FPTP la persona elegida no depende del partido. Al ser la circunscripción muy pequeña, el coste económico de que se presente cualquier vecino es asumible por uno mismo, además se debe convencer a los electores casi personalmente, por lo que lo que digan instituciones lejanas (partido) tiene un impacto pequeño en los electores. Es más, en este sistema los posibles elegidos compiten directamente entre ellos y frente al electorado, con lo que se pueden evaluar todos sus meritos (¿Cuántos debates tenemos nosotros? ¿Saben que en casi todas las circunscripciones del Reino Unido hay debates de candidatos?), teniendo la elección una componente personal muy importante. Cuando este diputado se enfrenta en el parlamento a cualquier ley está preparado (entrenando) a nivel intelectual y siempre piensa en sus electores; nunca votará en contra de sus electores y sí de su partido, si llega el caso. La razón es que si es a un diputado, querido por sus electores, y el partido lo expulsa de su seno, en las siguientes elecciones se puede presentar como independiente, consiguiendo todos los votos y saliendo elegido ¿Se imaginan esa posibilidad en España? ¿Qué le pararía al PP con la Sra. Aguirre o al PSOE con el Sr. Maragall? Esta independencia, hace que los gobernantes tengan que estar constantemente negociando, incluso con sus propios diputados y nunca se “endiosen”.

Por último, el famoso problema de la voz de las minorías en el sistema FPTP es una total falacia. En nuestro sistema nadie discrepa, nadie dice nada y por lo tanto no hay ninguna voz de ningún tipo; mientras que en los parlamentos elegidos mayoritariamente la riqueza de voces y matices es infinitamente mayor de la que disponemos en el nuestro actual, aunque formalmente tan solo haya dos partidos ¡Qué más da que hayan 100 ó 1000 diputados! Al final solo hay 2 ó 3 diputados reales; uno por cada partido.

4 comentarios:

pulguitaatodogas dijo...

Vaya, llego un poco tarde a este post y nadie ha dejado un comentario: quizás sea un síntoma de lo que dices, la distancia en nuestro sistema entre elegidos y electores.
Totalmente de acuerdo con tu fantástica lección y su conclusión: la división de poderes del Estado, en un sistema con partidos tan potentes, es sólo ilusoria, pues una misma administración (o sea, comité ejecutivo de partido político) controla el ejecutivo, el legislativo y una parte importante del judicial (fiscal que impulsa y órganos judiciales superiores).
El sistema FPTP, que yo creía que era "nominalista", me parece el único en que el elector realmente forma parte de aquéllo del "poder del pueblo", mientras que en el nuestro es una contínua falsa promesa incumplidad sistemáticamente (por cierto, no me puedo contener: ¡QUÉ JETA!; ahora han centrado el debate en si los efectos de la crisis los deben sufrir los funcionarios y pensionistas o la iniciativa privada, y no dicen nada de ellos mismos, de su ínfima productividad con vacaciones escolares y absentismo que la educación hubiera dado lugar a la intervención de la inspección, de sus altos suerldos y muchos e ínútiles asesores, ni de los múltiples cargos políticos creados con ficticias reparticiones del territorio -en mi caso, ayuntamientos, comarcas, diputación provincial, diputación general, gobierno autónomo, gobierno nacional e instituciones europeas... para decidir sobre lo mismo con una fragmentación normativa imposible de seguir).
Lo dicho: estoy contigo, primo.

Primo de Anónimo dijo...

Hola Jon,
Aquí siempre llegas a tiempo. Luego nunca te preocupes por eso.
Como puedo leer, no soy el único que ve muchos asesores elegidos a dedo con sueldos inmensos que igual se deberían de reconvertir. Pero con el sistema actual ellos tienen todo el poder y nosotros (y nuestros elegidos) poco ¿has visto el tiempo que tardan en UK en conseguir cierto consenso después de unas elecciones?
Nos leemos.

Martín Caño dijo...

Como a mí me da más asco cada día que pasa la política y sus perros de presa, solo puedo decir ¡no soy Primo de Anónimo!

Primo de Anónimo dijo...

Hola Martín
Como puedes leer estoy algo ocupado y no he podido contestarte antes, perdóname.
Lo primero es decirte que tú y yo, y quizás más gente se da cuenta que somos distintos por pensamiento, estilo y cariños; pero da igual siempre habrá gente que nos confunda (no te cabrees que luego lo pagas con el pobre Alonso).
Sobre la política. Difiero de ti. Sí te gusta la política(a ti), lo que no te gusta es la gente que está involucrada en ella. Por eso debemos manejarla nosotros, los españolitos de a pie y no los políticos de profesión.
Un abrazo y nos leemos

Publicar un comentario